Muchos se preguntan que pasó con el tiempo.
Que pasó con sus sueños, sus anhelos, su niñez.
Que pasó con las golosinas, las bicicletas, el barrio, la inocencia.
Que pasó con esas tardes de lluvia, disfrutadas con chocolatadas, galletitas, programas infantiles y el inconfundible sonido de una madre realizando sus quehaceres diarios en alguna parte del hogar.
Que pasó con las cenas familiares, mesas llenas de gente, uno tratando de entender esas discusiones incomprensibles de "gente grande" mientras disfrutaba del sabor y el olor de alguna receta arcaica y maravillosa de nuestra abuela, solo para que esto fuera reemplazado por un postre de igual magnificencia.
El cálido abrazo de una abuela, el experimentado consejo de un abuelo, el sabio regaño de una madre, la interminable paciencia de un padre.
Que pasó con los cuidados recibidos al enfermarnos, donde, por unos días, jugábamos a ser monarcas de un imperio antiguo, recibiendo todas las atenciones posibles.
Que pasó con el primer amor, que pasó con el sentimiento del primer amor, ese nudo estomacal, esa conciencia empecinada en una sola mujer, en un solo aroma, en el movimiento de sus cabellos, en una sola mirada. Pero lejos de ser obscuro y efímero, solo puro e inocente.
Que pasó con la algarabía de nuestra risa, la espontaneidad verdadera, la alegría antecedida por ninguna preocupación, el sentimiento de seguridad y de confianza en nosotros mismos, la inagotable fuente de curiosidad por conocer, aprender y entender.
Y solo les puedo decir que lo que pasó...es el tiempo...